Al cuantificar la contribución al cambio climático de cada persona, cabría pensar que vienen determinadas principalmente por el transporte, el consumo de carne y el gasto en ropa nueva. No obstante, la realidad es que los edificios que ocupamos todos los días juegan un papel igual de importante.

Carbono operativo y carbono incorporado

Carbono incorporado

La industria de la edificación y la construcción es responsable de más de un tercio de todas las emisiones globales de carbono. 

El carbono operativo, emitido a través de la calefacción, refrigeración o energía de un edificio, representa el 28 %.  

Mientras que el 11 % restante proviene del carbono incorporado, que se produce durante el proceso de construcción e incluye materiales, mano de obra, transporte y demolición en el caso de las reconstrucciones. 

Juntos, son el carbono total que un edificio emite durante su vida útil.

En la actualidad el carbono incorporado está mucho menos arraigado en la conciencia pública. No obstante, para alcanzar los objetivos de cero emisiones netas los arquitectos e ingenieros deben trabajar en reducir ambos tipos de emisiones. Por ello, considerar las renovaciones de edificios o conseguir reducir la cantidad de materiales, son decisiones que pueden reducir inmediatamente la huella de carbono incorporada. 

Otro planteamiento, es trabajar en un nuevo enfoque para el carbono operativo. Donde los arquitectos e ingenieros busquen generar una eficiencia inherente a la estructura de un nuevo edificio desde el comienzo del mismo.

Este enfoque se centra en ajustar la orientación del nuevo edificio para recibir la luz solar y la ventilación óptimas. Además también incluye el aislamiento en las paredes y sistemas de protección solar. Finalmente, las soluciones de energía renovable, como los paneles solares laminados delgados, se pueden instalar en el techo, mejorando la funcionalidad general del edificio.

El impacto del diseño

Desafortunadamente, los diseños a menudo subestiman seriamente el impacto de carbono de un edificio, creando una discrepancia entre las proyecciones y la realidad. Esta situación es un problema de toda la industria cuya solución es un cambio hacia el monitoreo regular del gasto de energía a través de sensores y medidores. Esto permitirá hacer ajustes al edificio si es necesario, como cambiar el doble acristalamiento por triple.

Por supuesto, esto solo reduciría el carbono operativo: una vez que el carbono se bloquea en la estructura de un edificio, es imposible recuperarlo.

Herramientas de medición de carbono

Debido a esto se han diseñado varias herramienta que miden el carbono incorporado proyectado de diferentes decisiones de diseño frente a una representación digital del edificio. Esto permite cambiar elementos, como el material de la fachada, y evaluar el impacto previsto antes incluso  de colocar un ladrillo. 

Las ventajas de estas herramientas son claras, dado que permite estas decisiones sean más ágiles y no dependan del informe de un consultor. Además, permiten a los diseñadores ser más conscientes de los impactos de sus decisiones. Pudiendo así, replantearse de nuevo el diseño hacia uno más sostenible. 

El carbono operativo y el incorporado no funcionan en paralelo, dado que las decisiones arquitectónicas podrían no reducir ambos al mismo tiempo. Por ejemplo, un sistema de protección solar que limita la entrada de luz y regula la temperatura está fabricado con aluminio. A pesar de reducir el carbono operativo, el aluminio tiene un alto contenido de carbono, que aumenta el carbono incorporado.

Por ello, los arquitectos necesitan lograr un equilibrio entre ambos, valorando en esta ecuación el tiempo de vida útil de un edificio. En el caso de edificios con menor vida útil el carbono cobrará mayor importancia, siendo más selectivos en la selección de materiales.

Un cambio en el sector

Los líderes del sector de la construcción pueden tomar decisiones conscientes, pero la transformación sustancial debe nacer del gobierno. Con actualizaciones y secciones dedicadas en exclusiva a abordar las emisiones de los edificios, estableciendo por ejemplo, objetivos para el carbono operativo medido en dióxido de carbono producido por metro cuadrado por año. Además de trabajar en regular el carbono incorporado y de fomentar la utilización de nuevas tecnologías que permitan reducir el impacto durante los procesos constructivos, como es el caso de CoSMoS.  

En última instancia, construir un entorno más sostenible no se trata solo de alcanzar las cero emisiones netas para 2050, sino que también es mejor para nuestro bienestar. Un menor uso de energía significa facturas más bajas, el control de la temperatura significa un entorno de trabajo más cómodo; la ventilación mejorada da como resultado menos casos de asma en las escuelas; y más luz natural incluso da como resultado estancias hospitalarias más cortas y una recuperación postoperatoria más rápida. Por todo ello, los edificios sostenibles son mejores edificios.